Y puede que tengas razón, como puede que la tengas en muchas
otras cosas.
Y puede que yo nunca te haya escrito nada, te lo haya metido
en un sobre y te lo haya mandado por carta, pero sabes que ése no es mi estilo.
Que yo siempre he sido más de anónimos que de pancartas, pero que si tú
quieres, si hubieses querido, te hubiese escrito la canción más bonita del
mundo, e ibas a reírte de de la García Lorca que dices tener entre tus brazos y
tus sábanas.
Porque puede que de estilos y gramática no esté muy puesta,
pero sé lo que me revientan tus cameos, tus idas y venidas, la forma de hacer
que no pasa nada, que todo sigue igual, porque no es así. Porque todo ha
cambiado. Porque me dejé mucho en esa playa y en aquella habitación, y lo poco
que me traje de vuelta me lo has ido quitando con los años. Y no dejas que lo
olvide porque, cuando lo he conseguido, vuelves, como una aparición cutre de un
actor conocido en una terrible serie española.
Y no me das una tregua, cuando llevo mucho tiempo necesitándola.
Dámela, déjame. O quédate.
Pero no juegues, porque no estoy dispuesta. Ya no.
Y no vuelvas a hablarme de esa fuga exprés en la que tanto
se dijo, se hizo y que tan poco presente tuviste luego, porque es lo único que
me queda y lo que hace que no te odie del todo.
Déjame esa playa y ese cigarro, y vete con todo lo demás.
Pero déjame.
No hay comentarios:
Publicar un comentario