miércoles, 18 de enero de 2012

“Antes yo era tan tonto que la consideraba inteligente porque sabía bastante de literatura y de teatro, y cuando alguien sabe de esas cosas cuesta mucho trabajo llegar a averiguar si es estúpido o no. En el caso de Sally me llevó años enteros darme cuenta de que lo era. Creo que lo hubiera sabido mucho antes si no hubiéramos pasado tanto tiempo besándonos y metiéndonos mano.”


El guardián entre el centeno

lunes, 2 de enero de 2012

La textura de sus bragas.


Es triste darse cuenta, sin previo aviso, de sopetón y con la copa en la mano, de qué fácil es que el amor acabe así, deshilachado y por los suelos como un trapo viejo; tanto más triste es ver caído a algo que aspiraba a la mayor de las alturas. Como quien da unas cuantas migas de pan húmedas y mohosas a un hombre que acaba de salir de un banquete de bodas y que tiene serios problemas para mantener el cinturón en su sitio.
(...)
Pagamos y nos vamos. Llegamos a su casa, que recorremos a tientas, entre besos. Sé que ella necesita amor, cada gesto suyo lo grita. Pero no hay nada que yo pueda hacer por ella. Yo mismo sólo soy un hombre, un montón de miedos y de vergüenzas que me ponen a la vez encima de ella y a un millón de kilómetros, que me impiden entregarle lo que ella necesita, lo que con toda probabilidad yo mismo necesito