martes, 5 de noviembre de 2013

Sistemas presentes

Esto cada vez se pone más difícil, y a duras penas puedo contribuir con un cigarro. Me he cansado de esos noes que saben a síes, y de de esos síes que quiero escuchar pero que nunca llegan.

Pudiste haber sido mi tabla de Carneades, y al final nos hemos acabado ahogando los dos en el último gintonic.

Supongo que esta es una carta con antojos de despedida, aunque tampoco te pienses que es lo que más me apetece, pero me tengo que querer a mí más.

Supongo que ha sido un placer bailar contigo y desayunar contigo, pero no estoy del todo segura de ello, por lo que los agradecimientos los dejaremos para más adelante. Ya, si eso, otro día.

Para aclararlo, para el futuro, para el próximo que venga y que no vaya a estar dispuesto a llegar al final porque se acojone en el último momento: soy de copa contra la pared y polvo frente a la chimenea, y el que no esté dispuesto a ello que no venga, que no hace falta.
Me apeteces y me has apetecido. Tenlo claro. Que tampoco tiene que ser un adiós definitivo, pero muchas vueltas tiene que dar la Tierra para que volvamos a encontrarnos en el momento adecuado, en el mismo punto.

Que sepas que, ahora mismo, me dejas inapetente. De eso que ni frío ni calor. Que ni llantos ni risas ni copas un lunes por la tarde. Enhorabuena.

Has sido, una vez más, lo que pudo pero que no llegó a ser. “El que no supo cobrar el boleto”. Bienvenido al cajón en el que quedan los que pudieron ser un noviembre dulce o el ladrón del mes de abril. Adiós a los largos domingos de noviazgo. Te has quedado en un quiero y no puedo (cobarde).
Manda saludos a los que habitan en ese rincón apartado, que no sois pocos, dales besos de mi parte.





No se qué es mas, si la falta que me haces o lo que te echo…

martes, 24 de septiembre de 2013

CE QUE JE VEUX

Prometo que todo va a cambiar, prometo que nada volverá a ser igual. Pero también te prometo que no vamos a mover nada.
Te juro que voy a darlo todo, una vez más, y que no voy a dejarme nada en el tintero. De verdad que esta vez no va a darme miedo, nunca más, ya no.
Prometo que voy a sonreír siempre, aunque no todas las veces lo haga con los ojos. Prometo estar ahí para todo.

Prometo perdonar todo lo anterior y no guardar rencor por lo que venga, aunque no pienso olvidar nada.

Prometo seguir riéndome de todo, brindar por las derrotas, como hasta ahora.

Prometo aprender. Volver a cagarla. En el mismo punto. Donde siempre. Como nunca.

Prometo llorarlo todo. Arriesgar por nada. No volver a jugar sin conocer las normas también entra dentro de mis planes.

Tienes las cartas boca arriba y las apuestas ya están hechas. Un futuro en tus manos y sobre la mesa. Un mundo de posibilidades o un calvario sólo para ti.
Una vez leí que “el purgatorio del que se hablaba en la Iglesia estaba hecho de melancólicas esperas”, y ese es mi mayor problema ahora mismo, ¡ya ves tú!

Y date cuenta de que no prometo quererte ni un poquito más, ni un poquito menos. Prometo quererte distinto. Como no te han querido, como no he querido, como no te querrán ni querré nunca.

Y es absurdo, como todo. Como todo lo que se dice y se hace, no más que lo que callamos o ignoramos.
Y no voy a protegerme más. Voy a abrir todas las puertas y ventanas que encuentre. No va a quedar ni un rincón sin que le llegue la corriente.

Y pienso estrellar vasos de licor dentro de la chimenea y arrojar platos al suelo, porque somos así, así de ilógicos, así de dañinos, así de nuestros. Siempre tan de Sabina y de Bukowski y tan poco de Gala. Igual de incorregibles, igual de complicados, siempre tan sencillos y básicos.

Que no sea porque no se ha intentado, que no sea porque nos hemos callado o acojonado.

Si bien este es un tren que solo pasa una vez en la vida, pero nunca se habla del tiempo de la parada. Que no se te haga tarde.

Pero por supuesto y sobretodo: prometo sufrir mucho y seguir muy viva. Y, como dice un gran sabio: que no me falten vuelos.





“Algunas personas nunca enloquecen. Tendrán unas vidas realmente horribles”.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Eso es todo.


Y puede que tengas razón, como puede que la tengas en muchas otras cosas.

Y puede que yo nunca te haya escrito nada, te lo haya metido en un sobre y te lo haya mandado por carta, pero sabes que ése no es mi estilo. Que yo siempre he sido más de anónimos que de pancartas, pero que si tú quieres, si hubieses querido, te hubiese escrito la canción más bonita del mundo, e ibas a reírte de de la García Lorca que dices tener entre tus brazos y tus sábanas.

Porque puede que de estilos y gramática no esté muy puesta, pero sé lo que me revientan tus cameos, tus idas y venidas, la forma de hacer que no pasa nada, que todo sigue igual, porque no es así. Porque todo ha cambiado. Porque me dejé mucho en esa playa y en aquella habitación, y lo poco que me traje de vuelta me lo has ido quitando con los años. Y no dejas que lo olvide porque, cuando lo he conseguido, vuelves, como una aparición cutre de un actor conocido en una terrible serie española.

Y no me das una tregua, cuando llevo mucho tiempo necesitándola.

Dámela, déjame. O quédate.

Pero no juegues, porque no estoy dispuesta. Ya no.

Y no vuelvas a hablarme de esa fuga exprés en la que tanto se dijo, se hizo y que tan poco presente tuviste luego, porque es lo único que me queda y lo que hace que no te odie del todo.

Déjame esa playa y ese cigarro, y vete con todo lo demás.

Pero déjame.