miércoles, 22 de mayo de 2013

Eso es todo.


Y puede que tengas razón, como puede que la tengas en muchas otras cosas.

Y puede que yo nunca te haya escrito nada, te lo haya metido en un sobre y te lo haya mandado por carta, pero sabes que ése no es mi estilo. Que yo siempre he sido más de anónimos que de pancartas, pero que si tú quieres, si hubieses querido, te hubiese escrito la canción más bonita del mundo, e ibas a reírte de de la García Lorca que dices tener entre tus brazos y tus sábanas.

Porque puede que de estilos y gramática no esté muy puesta, pero sé lo que me revientan tus cameos, tus idas y venidas, la forma de hacer que no pasa nada, que todo sigue igual, porque no es así. Porque todo ha cambiado. Porque me dejé mucho en esa playa y en aquella habitación, y lo poco que me traje de vuelta me lo has ido quitando con los años. Y no dejas que lo olvide porque, cuando lo he conseguido, vuelves, como una aparición cutre de un actor conocido en una terrible serie española.

Y no me das una tregua, cuando llevo mucho tiempo necesitándola.

Dámela, déjame. O quédate.

Pero no juegues, porque no estoy dispuesta. Ya no.

Y no vuelvas a hablarme de esa fuga exprés en la que tanto se dijo, se hizo y que tan poco presente tuviste luego, porque es lo único que me queda y lo que hace que no te odie del todo.

Déjame esa playa y ese cigarro, y vete con todo lo demás.

Pero déjame.